Los escritores, hijos predilectos de Dionisio


Los escritores requieren de genio y oficio, de técnica e inspiración. El vino facilita a veces –subrayo el "a veces" – los vuelos del alma y desata a la inteligencia de sus telarañas y monotonías. Frecuentemente, los poetas, los místicos y los enamorados han visto en la embriaguez una imagen del amor.

Según la leyenda, Dionisio, el niño dios hijo de una mortal y de Zeus, el más grande de los dioses, pero, niño al fin, descubrió la vid. Los niños son curiosos (también los niños mitológicos) y entre descalabro y travesuras alguna vez hacen algo de provecho. Baco plantó la diminuta semilla en un hueso de pájaro, maceta que pronto fue insuficiente. Colocó entonces “la matita” en el fémur ahuecado de un león. Finalmente, la parra fue acurrucada en el fémur de un asno. Moraleja: beber vino con mesura proporciona la alegría de un ave; en mayor cantidad genera la fuerza del león; en exceso, la estupidez del burro…Lastimosamente, en la salida de cualquier bar podemos verificar esta fábula.

Sin embargo, los escritores han tenido (y no son los únicos) una singular pasión por el vino y no dudan en dejar fluir ríos de tinta alabando sus virtudes… acaso porque la embriaguez y la inspiración algo tienen en común.

             Aspirar el espíritu de un buen Rioja le insufla vida a las Musas y la pluma

Espíritu e inspiración son dos palabras emparentadas. Según el Diccionario, inspirar es “atraer el aire externo a los pulmones”. La inspiración es etérea, intangible, inasible, como el aire. Spiritus significa en latín soplo, viento, hálito. Los vapores del aguardiente y del vino son inspiradores. Aspirar el espíritu de un buen Rioja facilita la composición de sonetos y madrigales, además de perforar manantiales de percepciones sobre el presente y el futuro,sobre el origen de las estrellas y las estrecheces del amor. En fin, como sentenció Holderlin  “Los poetas son ánforas que guardan el vino de la vida”.

Hölderlin,Nietzsche y Baco


Dionisio es hijo de Zeus y Semele. El rey del Olimpo, transformado en relámpago, fecundó a la joven. Baco nace de la tormenta. Hölderlin lo llama “fuego divino”. El vino concentra las llamas celestes, enciende el alma y quema el cuerpo.

El culto a Dionisio proviene del Oriente. Es un dios telúrico, como Deméter, diosa de la agricultura. Ambas deidades eran anteriores a las invasiones dóricas en Grecia. Los dorios, oriundos del norte, se afincaron en el Peloponeso. Traían entre sus enseres al rubio Apolo. De ahí que en Esparta –la ciudad doria por excelencia– el culto estuviese centrado en Febo Apolo, el dios solar. En cambio, en las ciudades griegas de Asia Oriental, florecía el culto a Dionisio, el dios de la pasión, de las risas.

        Dionisio,el niño Dios que descubrió la vid y le dio llama al Cuerpo y al Espíritu. 

Nietszche contrapuso la racionalidad de Apolo a la vitalidad de Dionisio. El vino es misterio: despierta apetitos, fortalece ánimos decaídos, amaina dolores, provoca carcajadas. Lo opuesto a la disciplina espartana. Sin vino no hay discotecas ni cabaret. Dice el refrán que cualquier alegría que no provenga del alcohol es completamente ficticia. “Verdad es que el jugo de las frescas vides/ nos llena de una fuerza sagrada”: Hölderlin ¡Fuerza sagrada!. El vino estimula el alma, y precisamente por ello uno puede cometer locuras cuando se excede.

Nietzsche admiró los instintos, representados por Dionisio. El filósofo del superhombre vislumbró en Dionisio el anuncio del ateísmo. Los devotos de Dionisio no son domesticados por la razón. La exuberancia vital está más allá del bien y del mal. La embriaguez inhibe las represiones. El anticristo se rebela contra la divinidad.

Paradójicamente, el piadoso Platón aconseja ofrecer vino a los ancianos para reanimarlos en las liturgias. El vino platónico sirve para dar culto a los dioses; el de Nietzsche para blasfemar. Los viejos, reconfortados por la bebida, rezarán con más vigor. Estamos en el camino místico.

      Nietzche,embriagado por el vino,y recordando a su Lou Andreas Salomé,escribió: "Todo lo que se hace por amor, se hace más allá del bien y del mal".

El Vino y la Mística


El vino es tan espirituoso y sus efectos tan conmovedores que los poetas místicos comparan la embriaguez con los “arrobamientos”. Amonesta la Biblia: “¿Qué es la vida a quien le falta el vino, que ha sido creado para contento de los hombres?”(Eclesiástico, 31, 27). San Juan de la Cruz pone en boca de la esposa del Cántico espiritual unos versos donde el fruto de la vid sale muy bien parado:

“En la interior bodega
de mi amado bebí, y cuando salía
por toda aquesta vega
ya cosa no sabía
Y el ganado perdí que antes seguía”

El Cántico espiritual lleva por subtitulo Canciones entre el alma y el esposo y es una bellísima paráfrasis del Cantar de los cantares. Según la exégesis católica, es un elogio al amor humano y por analogía, del amor divino. El alma, embriagada con el amor a Dios, se despega de las criaturas (ya cosa no sabía/ y el ganado perdí…).


Borges: El Amén del Vino


                 Jorge Luis Borges. "Vino,enséñame el arte de ver mi propia historia..."

El vino cataliza los estados del alma; convierte la tristeza en llanto y la alegría, en carcajada. Precisamente, por ello la adicción al vino, la desmesura en el beber es tan peligrosa y destructiva. El vino desata los ánimos, por eso se asocia a la fiesta. Borges lo expresa así:

“¿En qué reino, en qué siglo, bajo qué silenciosa conjunción de los astros,
 en qué secreto día que el mármol no ha salvado, 
surgió la valerosa y singular idea de inventar la alegría?.

Con otoños de oro la inventaron. 
El vino fluye rojo a lo largo de las generaciones como el río del tiempo
 y en el arduo camino nos prodiga su música, su fuego y sus leones.

En la noche del júbilo o en la jornada adversa exalta la alegría o mitiga el espanto
 y el ditirambo nuevo que este día le canto otrora lo cantaron el árabe y el persa.
Vino, enséñame el arte de ver mi propia historia como si ésta ya fuera ceniza en la memoria.
Que así sea”

Amen en latín: que así sea.

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