EL ANCESTRAL EROTISMO DEL HABANO
El
habano abrazado en los labios de una hermosa dama es una imagen seductora,
quizas porque el instinto masculino proyecta en su imaginario a una mujer
atrevida a la cual las palabras dulces no seducen tan rápido como las más
directas e íntimas confesiones de un amante en ciernes, deseoso de encauzar sus
anhelos más animales.
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Una seductora imagen que despierta y crea una avalancha de ferormonas que despierta los anhelos masculinos |
Tal
vez, esas ferormonas que vitalizan la lujuria masculina provenga del secreto
mejor guardado de los habanos: en su mayoría pasan, en algún momento, por las
manos (e incluso muslos) de una mujer. Ellas son las que le dan ese toque
delicado a un producto salido del terroir, antes de llegar a la boca de los o
las fumadoras, con la bendición femenina. Muchas son las etapas de elaboración
de un habano donde el sexo femenino interviene, ya sea ensartando las hojas y
haciéndolas descansar en parihuelas hasta que se sequen, o escogiendo las
mejores de acuerdo a su textura y color, con esa intuición tan típica de la
mujer para discernir los matices.
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El suave aroma que despide antes de prenderse, la sensualidad que emana del acto de llevárselo a la boca para fumarlo |
De
hecho, los tabaqueros creen que es la forma de muchas mujeres de alisar sobre
sus muslos la hoja ya seca, la cual cubrirá como una “capa” el puro, lo que le
da ese aroma peculiar al tabaco torcido. Es que la propia forma del tabaco, el
suave aroma que despide antes de prenderse, la sensualidad que emana del acto
de llevárselo a la boca para fumarlo, incluso el humo perfumado de un buen
habano que envuelve a la persona y aromatiza el ambiente, todo crea una rara
atmósfera erótica, en la cual, hasta los no fumadores, pueden quedar atrapados.
Por eso, tal vez, sean tantas las marcas de habanos que lleven nombres
alegóricos a la mujer o al romance: “Romeo y Julieta”, “Trinidad” o “Flor de
Cano”.
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El furibundo Dios del Fuego, Bayamanaco |
Sin
embargo, era imposible efectuar el ritual sin invocar también la presencia de
su par femenino, la diosa Atabey, la deidad o Cemí que puso al servicio del
hombre los misterios, la sabiduría y los usos del valioso legado que el
furibundo Dios del Fuego, Bayamanaco, trajo a la tierra. Atabey fue quien les
enseñó a los taínos a cultivar la tierra, a pescar, a cazar, a utilizar los
Areítos como vehículo para la transmisión oral de todo conocimiento; a hacer el
casabe o pan de yuca y a practicar el “Ritual de la Cohiba” para comunicarse
con los dioses.
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Atabey enseño a un pueblo a comunicarse con los Dioses con el tabaco |
Así,
deidad masculina y femenina estuvieron unidos desde los mismos inicios del uso
del tabaco en un rito de fertilidad y erotismo, que hasta nuestros días, quizás
sin estar consciente plenamente, la cultura occidental continúa celebrando
obsesivamente, cada vez que un hombre o mujer se lleva a la boca un cigarro o
habano, como si cada fumador siguiera buscando comunicarse con sus dioses más
secretos.
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