UN CINEASTA LLAMADO...DIOS
Para Jean-Luc Godard el cine es
una metáfora del mundo. “Todo es imagen, en el más amplio sentido de la
palabra”, afirmó en una ocasión. “La cámara es como un microscopio que puede
ver lo infinitamente pequeño o un telescopio que percibe lo infinitamente distante”,
suele decir. Sin embargo, según él, el cine pronto se entremezcló con el arte y
con el comercio. Entró en juego la producción y la distribución y, de alguna
manera, se perdió su pureza original, una integridad que él, sin embargo, ha
ido persiguiendo siempre en cada una de sus películas.
Jean-Luc Godard nació en París el
3 de diciembre de 1930. Sus padres eran suizos y, durante la Segunda Guerra
Mundial, toda la familia volvió al país helvético. Años más tarde regresó a
Francia para estudiar en La Sorbona. Durante sus años universitarios y, gracias
a sus constantes visitas a la Cinemateca, entabló amistad con otros futuros
cineastas como François Truffaut, Eric Rohmer y Jacques Rivette. Con ellos, y
junto a otros nombres como Claude Chabrol o Alain Resnais, Godard formaría
parte de la Nouvelle Vague, probablemente la generación cinematográfica más importante que ha dado Europa en toda su
historia.
En 1960 Jean-Luc Godard estrenó
su primera película, “Al final de la escapada”, un film protagonizado por
Jean-Paul Belmondo y Jean Seberg que revolucionó el lenguaje cinematográfico
con un innovador montaje, encuadres rupturistas y un uso novedoso del sonido.
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Belmondo y Seberg en "Al final de la escapada" |
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"El Desprecio", de 1963. |
Poco a poco su cine se va
haciendo menos narrativo, intentando que sea la propia imagen la que vaya
cargando con todo el significado y el simbolismo, casi siempre político y
sociológico. Así, “Alphaville” es una cinta de ciencia ficción que muestra una
sociedad totalitaria, carente de libertad. “Banda aparte”, por otro lado, es la
historia de tres amigos que tienen en común su fascinación por la literatura
criminal, una película que tiene algo de comedia, de drama e incluso de
musical. Sin ir más lejos, su escena de baile fue homenajeada por Quentin
Tarantino en “Pulp fiction”.
Godard,un director que, a lo
largo de más de cuatro décadas, no ha dejado indiferente a nadie. Sus
películas, ya sean largos o cortos, se han hecho cada vez más radicales y
crípticas pero su magnetismo sigue intacto. Todavía hoy, cuando se presenta o
se anuncia algún nuevo trabajo suyo, los críticos siguen agolpándose a las
puertas de la sala de proyección esperando ver algo más que un filme, casi una
revelación divina hecha imágenes. Y no es ninguna exageración. En una ocasión, Henri
Behar, el habitual conductor de las ruedas de prensa en el Festival de Cannes,
le presentó diciendo: “En el nombre de Godard está incluida la palabra God, es
decir Dios en inglés. Señoras y señores, con ustedes, Dios”.
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