EL ANCESTRAL EROTISMO DEL HABANO




El habano abrazado en los labios de una hermosa dama es una imagen seductora, quizas porque el instinto masculino proyecta en su imaginario a una mujer atrevida a la cual las palabras dulces no seducen tan rápido como las más directas e íntimas confesiones de un amante en ciernes, deseoso de encauzar sus anhelos más animales.

    Una seductora imagen que despierta y crea una avalancha de ferormonas que despierta los anhelos masculinos
Tal vez, esas ferormonas que vitalizan la lujuria masculina provenga del secreto mejor guardado de los habanos: en su mayoría pasan, en algún momento, por las manos (e incluso muslos) de una mujer. Ellas son las que le dan ese toque delicado a un producto salido del terroir, antes de llegar a la boca de los o las fumadoras, con la bendición femenina. Muchas son las etapas de elaboración de un habano donde el sexo femenino interviene, ya sea ensartando las hojas y haciéndolas descansar en parihuelas hasta que se sequen, o escogiendo las mejores de acuerdo a su textura y color, con esa intuición tan típica de la mujer para discernir los matices.

El suave aroma que despide antes de prenderse, la sensualidad que emana del acto de llevárselo a la boca para fumarlo
De hecho, los tabaqueros creen que es la forma de muchas mujeres de alisar sobre sus muslos la hoja ya seca, la cual cubrirá como una “capa” el puro, lo que le da ese aroma peculiar al tabaco torcido. Es que la propia forma del tabaco, el suave aroma que despide antes de prenderse, la sensualidad que emana del acto de llevárselo a la boca para fumarlo, incluso el humo perfumado de un buen habano que envuelve a la persona y aromatiza el ambiente, todo crea una rara atmósfera erótica, en la cual, hasta los no fumadores, pueden quedar atrapados. Por eso, tal vez, sean tantas las marcas de habanos que lleven nombres alegóricos a la mujer o al romance: “Romeo y Julieta”, “Trinidad” o “Flor de Cano”.

El furibundo Dios del Fuego, Bayamanaco

Desde su “descubrimiento” por Cristóbal Colón en sus viajes a América, el tabaco fue catalogado como algo “diabólico” y “pecaminoso”, y hasta la propia Iglesia Católica llegó a prohibirlo por considerarlo “lujurioso”. Algo de eso, ciertamente hay, si nos remitimos a sus usos ancestrales en la cultura taína.Para los indígenas caribeños el rito aliva-cohiba(tabaco)-semen, era fundamental para invocar al Dios del Fuego, “Bayamanaco”, portador del casabe o pan de los taínos y del ritual secreto de la Cohoba.

Sin embargo, era imposible efectuar el ritual sin invocar también la presencia de su par femenino, la diosa Atabey, la deidad o Cemí que puso al servicio del hombre los misterios, la sabiduría y los usos del valioso legado que el furibundo Dios del Fuego, Bayamanaco, trajo a la tierra. Atabey fue quien les enseñó a los taínos a cultivar la tierra, a pescar, a cazar, a utilizar los Areítos como vehículo para la transmisión oral de todo conocimiento; a hacer el casabe o pan de yuca y a practicar el “Ritual de la Cohiba” para comunicarse con los dioses.

Atabey enseño a un pueblo a comunicarse con los Dioses con el tabaco
Así, deidad masculina y femenina estuvieron unidos desde los mismos inicios del uso del tabaco en un rito de fertilidad y erotismo, que hasta nuestros días, quizás sin estar consciente plenamente, la cultura occidental continúa celebrando obsesivamente, cada vez que un hombre o mujer se lleva a la boca un cigarro o habano, como si cada fumador siguiera buscando comunicarse con sus dioses más secretos.

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